miércoles, 31 de agosto de 2011

El dibujo rápido

La percepción es dolorosa síquicamente, por eso cuesta afinarla. El mundo se ve de a poco, porque no se está preparado. Empecé, realmente a ver niños por la calle, detenidamente, cuando tuve un hijo.

Incluso, ver una hoja de árbol, es difícil.

El cineasta Eric Rohmer criticando negativamente la película Moby Dick de John Huston, dice que la obra de Melville, lo que la hace inolvidable y una obra maestra es que es una meditación sobre una experiencia. En cambio la película es una meditación sobre un libro, y que ésta no puede ocupar el lugar de aquella. No sirve ojear Plataforma Arquitectura ni mucho las revistas a la hora de diseñar. Por lo menos cuando se tiene un problema.

Los proyectos deben ser meditaciones en torno a experiencias. Melville dice que el barco “fue mi Harvard y mi Yale”. La experiencia se adquiere haciendo algo, no estudiando. Otra frase paradójica en este sentido es la del escultor Chillida, siempre contrario a hacer clases “el arte no se enseña, pero si se aprende”.

Pero, como se tiene una experiencia: simplemente haciendo algo de manera vital, comprometido, en el mundo físico, no virtual del computador.

Por el momento y la única forma que tengo a mano para registrar la experiencia es dibujar. Dibujar y no sacar fotos, porque se reducen las variables. Al dibujar se reducen casi completamente. Para pensar hay que simplificarse. He visto lo que hace en la mayoría de la gente las Blackberry y el Iphone: Regresión a los diez años.

Además por asuntos prácticos, uno viaja más liviano. El viejo papel y lápiz. El dibujo con moral de boxeador de primeros rounds. Rápido y a matar. A lo Mike Tyson.

El dibujo rápido también es una forma de balance, al lentísimo trabajo que es dibujar un plano.

martes, 30 de agosto de 2011

Un mal arquitecto

Leyendo por placer en horas en que podría estar haciendo un magister o un diplomado, me encontré ¿una maldición? con dos arquitectos en Guerra y Paz y Los Detectives Salvajes: Mijáil Ivanovic y Quim Font.
Quim Font, personaje excéntrico retirado de la arquitectura, en su juventud imprimió una revista de arte, al parecer, lo mejor que produjo fueron sus hijas. Su casa es un lugar que imagino lleno de plantas y con un bonito patio, que separa su casa, que en realidad es una cocina, con el permisivo taller de sus dos hijas.
“Qué hacía el señor Font antes de enloquecer? Era arquitecto, pero muy malo” escribe Bolaño en la página 33. ¿Qué es ser un arquitecto muy malo? ¿soy un mal arquitecto?, me pregunto yo desde la incomodidad de mi sillón. La sensación que da su casa es todo lo contrario a la de un mal arquitecto: Abierta, boscosa y a pata pelada. Además vive en su cocina.
Lo brutal y misterioso de la arquitectura, es que se puede trabajar como chino y honradamente y ser un arquitecto muy malo. Los arquitectos de las inmobiliarias que repiten los edificios, llegan a sus casas con la conciencia tranquila, como llegaban los oficiales de la SS (ejemplo un poco exagerado).
Hanna Arendt habla de la banalidad del mal, en el sentido que el mal es la falta de reflexión y juicio crítico con respecto a lo que uno hace. Se justifica el trabajo, en conseguir una logística perfecta pero loca (nazis), o en una rentabilidad loca (inmobiliarias), por sobre el sentido humano, humanista, que tiende al equilibrio.
El arquitecto de Guerra y Paz, Mijail Ivanovic, vive para escuchar las ideas del viejo patrón después de almorzar. Figura secundaria y servil, “un hombre mediocre” en palabras de Tolstoi, se encuentra al alero de su protector, que en definitiva es el verdadero creativo; ideando construcciones, dormitando, tendido en el diván de su espacioso y penumbroso estudio: establos, ampliaciones. De carácter insoportable. Más dormido que despierto, de dos siestas diarias.
A menudo el real arquitecto es el gestor, porque la arquitectura llegada cierto punto se transforma en gestión inmobiliaria. El drama es que en Chile los gestores, son endogámicos, siguen reproduciendo lo mismo, hasta que no queda nada. El arquitecto, pasa a una lugar secundario y sin poder, un comparsa que todo lo encuentra bien. Es análogo a lo que dice Raúl Ruiz con los directores de cine, el poder real está en los productores y los actores.
Pasa algo curioso a medida que vamos envejeciendo los arquitectos, y esto se puede corroborar revisando planos municipales, lo único que queda, es la firma, artísticamente trazada a tinta, del proyecto mejor ni hablar.
Triste educación y bendita la de los arquitectos, generalmente nos damos cuenta que la única manera de hacer los proyectos que nos hacen sentido es la autogestión. Curiosamente conozco más emprendedores arquitectos que ingenieros (los que lamentablemente cambiaron la ingenería dura y concreta por las finanzas), sabemos que hacer carrera tirando líneas para otro no es opción. Como en arte, no existen discípulos a la altura de los maestros.
Quim Font y Mijail Ivanovic dos arquitectos perdidos en medio de dos grandes novelas, hablan del abandono, la locura y el servilismo.

lunes, 29 de agosto de 2011

El lugar fantasmal

Por una razón inexplicable, el santiaguino no ocupa sus livings. El lugar con mayor cantidad de m2 de la casa, el mejor, es un lugar en capilla, hasta que 2 o 3 veces al año, se abre para recibir invitados, que a larga nunca llegan. A nadie, realmente, le gusta estar ahí porque no se puede manchar, desordenar, en definitiva, vivir. Es terriblemente frío en invierno, porque se cierra.

Mientras tanto en la salita, una pieza minúscula, donde se encuentra la tele y está a la pasada de los dormitorios y la cocina, se reúnen todos.

Es el “estar familiar”, en los catálogos de casas para la venta. El living no es estar ni es familiar.

Ahí están las fotos, los libros, los recuerdos. No hay formalidad. ¿De donde viene esta formalidad tan chilena sólo para invitados? ¿Porqué no diseñar según la realidad y la ocupación del 95% del tiempo?

Casas de 300 m2 se reducen a 1/4 porque sus recintos no tienen intensidad de uso. En una sociedad donde la eficiencia es el bien superior, es curioso que se viva de forma tan poco eficiente. La arquitectura sustentable en vez de ser verde y supuestamente ecológica, debiera preocuparse primero porque los recintos de las casas se usen.

Cristián Valdés comenta que hay dos factores para que se produzca la intensidad de uso: que los recintos queden al paso y que les llegue sol. Por eso le interesan las galerías.

En las casas de las poblaciones no ocurre esto, en el living por motivos de espacio se encuentra la tele, el comedor y la cocina. Un obrero me dijo alguna vez, que en su modesta casa se vivía mucho mejor que la que estábamos construyendo porque uno se topaba más.

Por eso hay que diseñar para que la gente se tope, con una moral de espacio público, aunque sea para cuatro o cinco personas.

Me gustan las casas llenas de posibilidades, que el comedor no sea el comedor para 4 personas, que a veces sea una mesa para tener un banquete real, con esas mesas larguísimas, diplomáticas. Otras, un lugar para pintar una acuarela o estudiar. Esa posibilidad crea un ambiente, que influye al que habita la casa y que lo contagia en su propio quehacer. Es una especie de optimismo.

viernes, 26 de agosto de 2011

Detalles y errores

Por la obsesión al detalle, que viene de las horas silenciosas y en control del dibujo técnico en computador, uno se transforma en un neurótico insoportable. No es una mirada desde la práctica de la construcción, donde se suceden imprevistos, problemas humanos, negociaciones, y se está de frente con la propia ignorancia y al cuerpo sucio pero vivo de la obra.

La obsesión por el detalle erosiona la personalidad propia y de la gente que trabaja. De qué manera hacer una arquitectura que acoja este error. Todavía estoy preso de esto.

La mirada con que uno observa, debe ser con afecto.

Los obreros tienen desarrollada esta mirada afectuosa, menos atormentada del arquitecto y repiten “otra cosa es en el terreno”, con una moral de todo tiene solución. Lo que tiene que ver con la forma en que se despide hasta mañana el jefe de obra:“si Dios quiere”, me repite. No da por sentado el verse mañana. Hay una relación entre el afecto y la conciencia de la fatalidad.

Los errores realmente garrafales, que sí valen horas de insomnio, son anteriores al detalle constructivo del marco de la ventana. Análogamente al cine, son más los errores morales que se cometen que técnicos, dice Héctor Soto. La única casa de Ocho al cubo con un dormitorio de servicio que no remite a la esclavitud es la de Toyo Ito, arquitecto japonés.

Quizás, Los detalles deben estar mal. No me interesa la pulcritud. La vida humana, su realidad cotidiana, barre la pulcritud, como la escoba pretende barrer el polvo que, sin embargo vuelve y vuelve. Como un testigo del paso del tiempo. Como un testigo de mi vejez.

Profundamente sobrevalorados, en la primera remodelación cuando estemos pasados de moda, despedidos o muertos, volarán. Hay que pensar que siempre te van a remodelar. Por ahí parte la estrategia.

No me interesa la pulcritud, ni los detalles elegantes. Ni pasar horas frente al computador pretendiendo ser un arquitecto chileno-suizo. O chileno-japonés, en el mejor de los casos.

Sin embargo, la maestría enseña Tolstoi en Guerra y Paz es a gran y pequeña escala. Va desde la descripción de las batallas, hasta el escote de Natasha, pero como un continuo. Como un zoom que se acerca. Deben haber errores y lugares no diseñados en las casas. Son la grasa del bistec. La belleza absoluta es una maldición, tanto para quien vive en la casa, como para quien la limpia.

No hay errores, mirando la tierra desde el espacio. Hay un todo.

jueves, 25 de agosto de 2011

Proverbio árabe

Un proverbio árabe dice que la construcción de una casa nueva es el comienzo de la muerte de quien la manda.

Thomas Buddenbrock el triste protagonista de la novela Los Buddenbrock de Thomas Mann, en la cúspide de su carrera comercial, decide construir una casa que simbolice su alto status. Al finalizar la construcción un sentimiento de decaimiento lo embarga en cada actividad que realiza. A los cuarenta años es un hombre viejo. Finalmente la casa nueva, es el punto de quiebre en la decadencia final de su familia: Pasan de ser comerciantes a artistas. ¿Ironía del autor? El presagio en el carácter artístico de su hermano Christian se materializa con fuerza en su hijo Hanno. Mann parece sugerir que el artista es el último eslabón de la cadena evolutiva. Después hay que empezar de cero.

Es verdad, angustias de muerte invaden al cliente, al arquitecto, a los constructores. ¿Es la inversión de una vida?, ¿un sueño infantil que se materializa? ¿No poder aceptar algo bueno? Mi primera casa la soñé una vez antes de los diez años, construía una casa a base de los palos de la leña de la chimenea que prendía mi madre en el frío y triste Santiago de los ochenta. Quizás todo esto es demasiado freudiano.

El proverbio árabe tiene razón, porque queremos escapar a la muerte, que se fija en el hito de la casa. Sin embargo, no todo es muerte en la construcción de una casa, por el contrario es vida, fuerza creativa. O de lo contrario no habría nada construido. Cosa obvia. Tanto como construir necesitamos demoler.

César Vallejo dice que las casas son más llevaderas si han sido habitadas antes, sugiere que la energía de los habitantes ya muertos se siente y acompaña. Comenta que el ataúd (la casa final para nosotros los ateos) es una casa acostada.

Sensaciones contradictorias, casi bipolares, se producen en la dinámica cliente –arquitecto. Larga es la lista de divorcios, abandonos y querellas durante y finalizada la construcción. Pocos son los clientes que no se sienten estafados cuando se construyen algo. A Utzon lo “despidieron” no pagándole el honorario en medio de la construcción de la Opera de Sydney y tristemente, nunca volvió a Australia. A Mies la señora Farnsworth lo demandó por considerar la casa invivible. Mies pensó que era a causa del despecho “la casa no venía con el arquitecto”, dijo.

En el caso de Barragán su casa la modificó durante cuarenta años. Los altos muros de la azotea que permiten ver sólo el cielo, en un principio eran bajos para observar el jardín. La casa de Barragán es una metáfora de la mente del arquitecto, donde el proyecto nunca se termina. Comenta que al igual que los artistas tienen el lienzo en blanco para modificarlo una y otra vez, él ocupa la construcción para probar alturas de muros, tamaños de ventanas.

Las casas en la mente de los arquitectos nunca se terminan, escapando la muerte, sin conseguirlo.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Antimemoria

No puedo escribir memorias explicativas de las intenciones de una casa. He tratado varias veces y he fallado siempre. El cuerpo descrito por uno no es el cuerpo de uno.

Un proyecto no es un plan perfecto ejecutado de la A a la Z. ¿Cómo se hace una obra? le preguntan sus estudiantes a Alvar Aalto, “no lo sé” responde y en una honesta decisión deja de enseñar. Tampoco sé cómo se diseña una casa. El resultado tiene más que ver con la mano dibujando que con alguien escribiendo. Tiene algo de inspiración, de hecho fortuito mezclado con una atenta observación al sitio y sus preexistencias. Debe reaccionar a la topografía, al sol, a los árboles. Es como un cuerpo acomodándose a la arena de la playa.

Sin embargo, prima lo misterioso. Los proyectos tienen poco de análisis y mucho de síntesis. Si la razón produce monstruos el sobre análisis produce adefesios.

A menudo me arrepiento de lo que hago, pensando que todo pudo ser diferente. Soy un arquitecto intranquilo, pero una persona tranquila. Me gusta escribir, pero me aburre escribir memorias. Me parecen sospechosamente calculadas. Es inventar las reglas del juego antes del juego.

Dice el músico Leonardad Cohen "No me gustan las canciones con ideas. Tienden a convertirse en esloganes, a estar en el lado correcto de las cosas: la ecología o el vegetarianismo o el antibelicismo. Todas esas son ideas maravillosas, pero me gusta trabajar en una canción hasta que esos esloganes, tan maravillosos y tan sanos como las ideas que promueven, se disuelven en convicciones más profundas".

Persigo una sensación más que nada: sentirse dentro de la casa como en una casa de playa, con altas dosis de informalidad. Me gustan las casas llenas de posibilidades, donde la misma mesa donde se pelan las papas, sirva para pintar una acuarela o darle de comer a un niño. Es un optimismo frente a las posibilidades de las cosas.

Me interesan los techos inclinados porque el agua corre fácil. Exponer la presencia triste y fantasmal de las nanas a la familia. Las galerías para protegerse del sol y disfrutar de un patio. Ocupar los livings poniendo la tele.

Los colores verde claro de una hoja de jacarandá de un árbol preexistente, contra un muro de hormigón. El recuerdo de las armaduras de lata brillante en el bosque de Camelot en la película ¿mala, buena? Excalibur.

Los materiales de proveedores conocidos y que alivian el trabajo o lo más económico y fácil de comprar porque a veces todo es tan difícil. Algunas decisiones hechas por el jefe de obra y el carpintero. O ideas esotéricas de un 1cm de profundidad que dan un poco de vergüenza y no vienen al caso. ¿Se puede escribir esto antes de hacerlo?