Planos y Caníbales
Observar con
cuidado los planos de Murcutt es una experiencia altamente perturbadora para un
arquitecto que trabaja en el siglo XXI. Bellamente dibujados a tinta y poblados
de anotaciones. Al trabajar sin secretarias ni ayudantes, parece que esta
grafomanía es, más bien, una conversación consigo mismo. Una batalla entre el
dibujo, las letras y el silencio.
Al revés de
casi todos, no hizo crecer su oficina y, por el momento, no aceptó encargos
fuera de Australia, porque su arquitectura es lenta y de un profundo conocimiento
de su cultura local. Algo ridículas parece sugerir son las aspiraciones
transnacionales de algunos arquitectos.
Que inútiles
parecen el Autocad, la parimetría y los renders al contemplar sus dibujos y el
cariño de su línea. Me dieron ganas de desempolvar el viejo tablero y
encontrarle un lugar.
Su
arquitectura, personalísima, capaz de hacer una casa inolvidable ampliando una
canal de agua lluvia hasta la exageración, para que no se tape con las grandes
hojas de eucaliptus(Casa Ball-Eastaway). Son temas despreciados y cotidianos que usualmente uno esconde, como
las bajadas de aguas lluvias, y Murcutt las transforma en el centro del
proyecto.
Glenn
Murcutt cuenta que el despertar de su percepción ocurrió a los cinco años
cuando vivía junto a sus padres y cinco hermanos en Nueva Guínea en la décacada
del ´50. Su papá construía caminos. Vivían aislados en medio de la selva.
Una tarde,
escuchó un ruído desde la selva, enseguida, vio acercarse a su casa los
Kukukuku, una tribu caníbal local, que
entre sus últimas actividades contaba servirse de cena a un alemán. Iban
formados en fila.
Salió al encuentro el padre de Murcutt y se reunió en una zona del campo con el líder de
la tribu. De pronto el padre le da un puñetazo al jefe tribal, lo tumba, y le
rocía pimienta en los ojos. El caníbal no sabía que ese hombre blanco era
campeón amateur de boxeo en Australia.
Desde ahí cada
ruído al acercarse la noche fue diferente, más intenso. Dice que podía saber
cuando venían los Kukukuku sólo con el olor que traía el viento. El miedo había
entrado a la vida de Murcutt, especialmente a la noche, y agudizado su
percepción.