lunes, 29 de agosto de 2011

El lugar fantasmal

Por una razón inexplicable, el santiaguino no ocupa sus livings. El lugar con mayor cantidad de m2 de la casa, el mejor, es un lugar en capilla, hasta que 2 o 3 veces al año, se abre para recibir invitados, que a larga nunca llegan. A nadie, realmente, le gusta estar ahí porque no se puede manchar, desordenar, en definitiva, vivir. Es terriblemente frío en invierno, porque se cierra.

Mientras tanto en la salita, una pieza minúscula, donde se encuentra la tele y está a la pasada de los dormitorios y la cocina, se reúnen todos.

Es el “estar familiar”, en los catálogos de casas para la venta. El living no es estar ni es familiar.

Ahí están las fotos, los libros, los recuerdos. No hay formalidad. ¿De donde viene esta formalidad tan chilena sólo para invitados? ¿Porqué no diseñar según la realidad y la ocupación del 95% del tiempo?

Casas de 300 m2 se reducen a 1/4 porque sus recintos no tienen intensidad de uso. En una sociedad donde la eficiencia es el bien superior, es curioso que se viva de forma tan poco eficiente. La arquitectura sustentable en vez de ser verde y supuestamente ecológica, debiera preocuparse primero porque los recintos de las casas se usen.

Cristián Valdés comenta que hay dos factores para que se produzca la intensidad de uso: que los recintos queden al paso y que les llegue sol. Por eso le interesan las galerías.

En las casas de las poblaciones no ocurre esto, en el living por motivos de espacio se encuentra la tele, el comedor y la cocina. Un obrero me dijo alguna vez, que en su modesta casa se vivía mucho mejor que la que estábamos construyendo porque uno se topaba más.

Por eso hay que diseñar para que la gente se tope, con una moral de espacio público, aunque sea para cuatro o cinco personas.

Me gustan las casas llenas de posibilidades, que el comedor no sea el comedor para 4 personas, que a veces sea una mesa para tener un banquete real, con esas mesas larguísimas, diplomáticas. Otras, un lugar para pintar una acuarela o estudiar. Esa posibilidad crea un ambiente, que influye al que habita la casa y que lo contagia en su propio quehacer. Es una especie de optimismo.