viernes, 26 de agosto de 2011

Detalles y errores

Por la obsesión al detalle, que viene de las horas silenciosas y en control del dibujo técnico en computador, uno se transforma en un neurótico insoportable. No es una mirada desde la práctica de la construcción, donde se suceden imprevistos, problemas humanos, negociaciones, y se está de frente con la propia ignorancia y al cuerpo sucio pero vivo de la obra.

La obsesión por el detalle erosiona la personalidad propia y de la gente que trabaja. De qué manera hacer una arquitectura que acoja este error. Todavía estoy preso de esto.

La mirada con que uno observa, debe ser con afecto.

Los obreros tienen desarrollada esta mirada afectuosa, menos atormentada del arquitecto y repiten “otra cosa es en el terreno”, con una moral de todo tiene solución. Lo que tiene que ver con la forma en que se despide hasta mañana el jefe de obra:“si Dios quiere”, me repite. No da por sentado el verse mañana. Hay una relación entre el afecto y la conciencia de la fatalidad.

Los errores realmente garrafales, que sí valen horas de insomnio, son anteriores al detalle constructivo del marco de la ventana. Análogamente al cine, son más los errores morales que se cometen que técnicos, dice Héctor Soto. La única casa de Ocho al cubo con un dormitorio de servicio que no remite a la esclavitud es la de Toyo Ito, arquitecto japonés.

Quizás, Los detalles deben estar mal. No me interesa la pulcritud. La vida humana, su realidad cotidiana, barre la pulcritud, como la escoba pretende barrer el polvo que, sin embargo vuelve y vuelve. Como un testigo del paso del tiempo. Como un testigo de mi vejez.

Profundamente sobrevalorados, en la primera remodelación cuando estemos pasados de moda, despedidos o muertos, volarán. Hay que pensar que siempre te van a remodelar. Por ahí parte la estrategia.

No me interesa la pulcritud, ni los detalles elegantes. Ni pasar horas frente al computador pretendiendo ser un arquitecto chileno-suizo. O chileno-japonés, en el mejor de los casos.

Sin embargo, la maestría enseña Tolstoi en Guerra y Paz es a gran y pequeña escala. Va desde la descripción de las batallas, hasta el escote de Natasha, pero como un continuo. Como un zoom que se acerca. Deben haber errores y lugares no diseñados en las casas. Son la grasa del bistec. La belleza absoluta es una maldición, tanto para quien vive en la casa, como para quien la limpia.

No hay errores, mirando la tierra desde el espacio. Hay un todo.