jueves, 25 de agosto de 2011

Proverbio árabe

Un proverbio árabe dice que la construcción de una casa nueva es el comienzo de la muerte de quien la manda.

Thomas Buddenbrock el triste protagonista de la novela Los Buddenbrock de Thomas Mann, en la cúspide de su carrera comercial, decide construir una casa que simbolice su alto status. Al finalizar la construcción un sentimiento de decaimiento lo embarga en cada actividad que realiza. A los cuarenta años es un hombre viejo. Finalmente la casa nueva, es el punto de quiebre en la decadencia final de su familia: Pasan de ser comerciantes a artistas. ¿Ironía del autor? El presagio en el carácter artístico de su hermano Christian se materializa con fuerza en su hijo Hanno. Mann parece sugerir que el artista es el último eslabón de la cadena evolutiva. Después hay que empezar de cero.

Es verdad, angustias de muerte invaden al cliente, al arquitecto, a los constructores. ¿Es la inversión de una vida?, ¿un sueño infantil que se materializa? ¿No poder aceptar algo bueno? Mi primera casa la soñé una vez antes de los diez años, construía una casa a base de los palos de la leña de la chimenea que prendía mi madre en el frío y triste Santiago de los ochenta. Quizás todo esto es demasiado freudiano.

El proverbio árabe tiene razón, porque queremos escapar a la muerte, que se fija en el hito de la casa. Sin embargo, no todo es muerte en la construcción de una casa, por el contrario es vida, fuerza creativa. O de lo contrario no habría nada construido. Cosa obvia. Tanto como construir necesitamos demoler.

César Vallejo dice que las casas son más llevaderas si han sido habitadas antes, sugiere que la energía de los habitantes ya muertos se siente y acompaña. Comenta que el ataúd (la casa final para nosotros los ateos) es una casa acostada.

Sensaciones contradictorias, casi bipolares, se producen en la dinámica cliente –arquitecto. Larga es la lista de divorcios, abandonos y querellas durante y finalizada la construcción. Pocos son los clientes que no se sienten estafados cuando se construyen algo. A Utzon lo “despidieron” no pagándole el honorario en medio de la construcción de la Opera de Sydney y tristemente, nunca volvió a Australia. A Mies la señora Farnsworth lo demandó por considerar la casa invivible. Mies pensó que era a causa del despecho “la casa no venía con el arquitecto”, dijo.

En el caso de Barragán su casa la modificó durante cuarenta años. Los altos muros de la azotea que permiten ver sólo el cielo, en un principio eran bajos para observar el jardín. La casa de Barragán es una metáfora de la mente del arquitecto, donde el proyecto nunca se termina. Comenta que al igual que los artistas tienen el lienzo en blanco para modificarlo una y otra vez, él ocupa la construcción para probar alturas de muros, tamaños de ventanas.

Las casas en la mente de los arquitectos nunca se terminan, escapando la muerte, sin conseguirlo.